En estas primeras columnas quiero hacer un ejercicio de memoria. Quiero jugar con el tiempo. O mejor dicho, continuar haciéndolo. Lo que estáis a punto de leer lleva escrito ya unos años. Lo publicábamos desde Clave de Sol, en La Revista. Su título fué “La vida no es un primer plano. Música de Raíz. Plano General”. Y comenzaba con este titular:
Todo en esta vida tiene un porqué y un origen. En el principio de las cosas anda la esencia de todo. Música para la Madre Tierra. La raíz musical del alma. Tum Tum Tum,….
Ya el artículo propiamente dicho rezaba de la forma que sigue:
¿Alguien es capaz de imaginarse el sonido del “big bang”?, ¿Cómo sonó esa primitiva explosión que dio lugar a la vida?.Cabe la posibilidad de que fuese sordo como el mismo silencio o que emitiese notas perceptibles y rítmicas.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?
Esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que alquien se proponga comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y la vida de mi pueblo. La sabia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja. Las flores perfunadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos.
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y la vida de mi pueblo.
Estos últimos párrafos de color tierra pertenecen a la carta al presidente de los Estados Unidos del Jefe Indio Noah Sealth.
Y es así como quiero yo continuar hablando del origen de la música, de esa raíz, del origen del rock, del blues, de la música clásica, del metal, de toda la música, del charleston también, porqué no. Así es como el abrazo enorme de nuestra Madre Tierra debió querer decirnos, mientras no nos soltaba, que la música era todo.
No hay mejor forma de comprobar que todo es música, y que los sones nos acompañan a cada paso, que escuchar a Chubbie Checker, o a Steve Vai, o a Satriani, o a Paco de Lucía, cerrar los ojos, desterrar los cables como parte fundamental del adorno de nuestros pueblos y ciudades, y dejarse llevar. Ellos, como cada uno que coge un instrumento o nos regala la voz son quienes mejor nos hablan de la primera sonata. Las palabras, los gemidos, los suspiros, hasta el más íntimo escalofrío nos ofrece la mejor conferencia de su origen. ¿Alguien sabe como suena una duda? ¿una mirada?.
…,el abrazo enorme de nuestra Madre Tierra debió querer decirnos, mientras no nos soltaba, que la música era todo,…
Pues la música lo sabe. Ella, la primigenia, de nuevo la raíz, que es también la actual, porque por más hormigón con que castiguemos el suelo que pisamos los quejidos de dolor no cesan ahí abajo y algún día el zumbido ensordecedor nos castigará por aprisionar tan fuerte, por querer que todo, hasta la última nota nos pertenezca. Algún día comprenderemos que hay algo que, como la frescura del viento, la rama brillante de un pino o cada pedazo de tierra tiene la explicación más convincente de porqué se le llama música a la música”.