Toca hablar de la uva hoy. De la uva. La uva. ¿Por dónde empiezo? ¡Me estoy agobiando!

Tengo claro, eso si, que lo que escriba lo voy a centrar. Prentendo así quizá dotarlo de algo parecido a la simetría. Será como un dibujo escrito, me dije yo, equivocado seguro.

Ese día yo buscaba algo para rellenar el vacío que en cierto modo me estaba produciendo la obligación de escribir. En realidad nunca fue tanta la obligación y sí mío el miedo a dejar de publicar justo en el momento en que me recomendaban. Si no sigues un patrón estás acabado en esto antes de empezar. Entonces pensé en la cobardía del ser humano y decidí plagiar. Y una vez puesto, me dije: “Puestos a plagiar, Jose,……Vamos a hacerlo con un grande de verdad. Ahí no tuve dudas aquella noche. Iba a plagiar a Eduardo Galeano (que la tierra le sea leve).

Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.

Antes de morir le reveló un secreto: La uva -le susurró- está hecha de vino. 
Marcela Perez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino,
quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos,…….

Y una vez puesto, me dije: “Puestos a plagiar, Jose,……Vamos a hacerlo con un grande de verdad. Ahí no tuve dudas aquella noche. Iba a plagiar a Eduardo Galeano

“El Libro de los Abrazos”.

…, y también escribió cosas bonitas como: 

“Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta contó. dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos. Un montón de gente, un mar de fueguitos. No hay dos fuegos iguales. Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende,…”
Con lo cual desde ese día pienso que de aquí a no muchos años quiero ser como Eduardo. Cada vez que leo la palabra fueguito,……